miércoles, 18 de marzo de 2015

LA DIMENSIÓN AMBIENTAL DE LOS PROYECTOS

LA DIMENSIÓN AMBIENTAL DE LOS PROYECTOS[1]

Abstract: Las organizaciones internacionales y las comunidades académicas y científicas en todo el mundo, se vienen mostrando cada vez más apremiadas por encontrar la mejor manera de incluir la dimensión ambiental en la evaluación de los proyectos de desarrollo. La gran dificultad estriba en la ausencia de metodologías idóneas que incluyan precios para calcular el valor de las repercusiones positivas o negativas, que sobre los sistemas ecológicos se derivan de los proyectos de inversión  y, desde luego, la clara imposibilidad de asignar valoraciones inequívocas a los llamados "bienes ambientales". Es claro que los precios observados en los mercados convencionales no están en condiciones de proporcionar información alguna sobre la "disposición a pagar" por bienes ambientales, por ejemplo, agua y aire más limpios; biodiversidad  o estética del paisaje; o los costos de los procesos degenerativos de suelo, subsuelo y fuentes hídricas producidos por derramamiento deliberado o casual de petróleo o por la irracional explotación minera a partir de mercurio o cianuro. A ninguno de estos efectos se les suele asignar un precio, sin embargo, estas repercusiones dado que afectan el bienestar de las comunidades, debe ser objeto de singular  interés por parte de los analistas.

CONSIDERACIONES AMBIENTALES EN LA EVALUACIÓN DE PROYECTOS

            Cada vez que emprendamos el estudio de una propuesta de inversión debemos prever y examinar con rigor los posibles efectos externos que sobre el ámbito geográfico próximo o remoto determina cambios radicales sobre fauna, flora y sobre las organizaciones sociales.  Es por esta razón que hemos decidido incursionar en la dimensión ambiental de los proyectos, teniendo en cuenta dos niveles diferentes de aproximación: el primero, derivado del contundente y devastador y en muchas ocasiones irreversible efecto negativo que la mayoría de proyectos de desarrollo[2] causan en el medio ambiente[3], buscando en éste caso inducir una metodología que involucre en la contabilidad de los proyectos públicos y privados, los llamados "costos ambientales", enfoque éste  que corresponde a una extensión y complemento de la evaluación que hasta aquí hemos conocido con los rótulos de financiera, económica y social. Esto es lo que denominamos "evaluación ambiental de los proyectos".  Y en segundo lugar, la forma como se valoran los proyectos que se promueven y diseñan con un deliberado propósito de prevenir, proteger, mejorar, recuperar, compensar, manejar, controlar, reivindicar o mitigar efectos nocivos sobre algunos de los llamados "bienes ambientales" o para promover a través de la sensibilización de las comunidades una actitud de respeto a los mismos, o para respaldar y dar fuerza a las autoridades que tienen la responsabilidad de las políticas en este sentido. Nos referimos a la "evaluación de proyectos ambientales". La recuperación de fuentes hídricas o la reforestación de bosques o el repoblamiento de especies nativas o endémicas; o la ampliación y demarcación de áreas protegidas, el amparo y resguardo de la biodiversidad, los recursos no renovables, lo mismo que los sistemas ambientales frágiles; los procesos de capacitación en el manejo de desechos y su disposición final, entre otras, ilustran esta modalidad de proyectos.  

           
EVALUACIÓN AMBIENTAL DE PROYECTOS

Hacemos referencia en forma explícita a los efectos que sobre el medio ambiente genera un proyecto en cualquier momento de su ciclo (ejecución y operación). Se busca entonces en los estudios de preinversión, con cierto rigor, prever, mitigar y controlar esos efectos nocivos que afectan las condiciones de vida de  la población presente y futura, al poner en riesgo los llamados bienes ambientales (animales, vegetales, minerales, aire, agua, tierra, paisaje, etc.).

 Visión global

            Todo proceso de desarrollo lleva implícita la movilización de recursos hacia la producción de bienes o la prestación de servicios, para atender  necesidades o aprovechar oportunidades buscando el bienestar de la población y obviamente la remuneración de los esfuerzos de los propietarios. Los recursos utilizados son de variado origen: humano, animal, vegetal,  mineral, tecnológico, administrativo, financiero, informático, institucional, energético, etc.; estos insumos en todo caso son bienes económicos (se compran y venden) y se establecen en el entorno que rodea la actividad humana.         

            Constituyen pues, lo que se ha convenido en llamar "medio ambiente" que corresponde, por un lado, a la fuente de donde extraemos los recursos para atender  la supervivencia de las comunidades, y por otro, lo usamos como recipiente para la ubicación de los desechos resultado de los procesos de consumo industrial, comercial, institucional y doméstico. Por esta razón somos los responsables de su mantenimiento y manejo equilibrado; de esto es preciso hacer conciencia pues se trata de preparar y preservar el escenario donde si nosotros lo queremos ahora, podrán disfrutar las generaciones futuras.
           
            Teniendo en cuenta la óptica económica (racionalidad en la utilización de los recursos escasos), procedemos a analizar el problema desde dos ámbitos diferentes:

§   Lo que tiene que ver con los recursos ya anotados (animales, vegetales, minerales, aire, agua, paisaje, etc.) y su adecuada utilización.
§   La disposición final de los desechos propios del proceso insumo, producto, consumo. 

La moderna gestión de proyectos parte de la tesis que el sistema económico no es cerrado y tampoco autosostenido, pues existe una continua influencia recíproca entre el proceso económico y el medio ambiente. En efecto, la naturaleza desempeña un papel significativo en el proceso económico y desde luego en la formación del valor.Los recursos se toman del "medio ambiente" para ser transformados  y utilizados, y los desechos generados en el proceso de consumo vuelven al "medio ambiente"; entonces cualquier planteamiento económico moderno no debe desconocer el hecho de que los recursos se pueden agotar como consecuencia de su uso indebido y excesivo o irracional; y también que el medio ambiente se puede contaminar y saturar por carencia de medios adecuados para la eliminación de desechos (sólidos, líquidos, gaseosos, químicos, hospitalarios, bacteriológicos, radioactivos, etc.)  Queda claro que el "medio ambiente" es el recipiente de donde se extraen los recursos y también el recipiente donde se ubican los desechos.

            De ahí que cualquier estudio serio  encaminado a determinar la conveniencia o no de movilizar recursos hacia objetivos determinados, no debe descuidar los efectos que puede tener dicha decisión sobre las condiciones ambientales de su entorno. No  es en forma alguna sensato suponer la existencia ilimitada de recursos naturales, por un lado, ni tampoco pensar en una capacidad desmedida de absorción de desechos por otro, pues cualquier proceso de transformación de insumos genera en forma positiva o negativa cambios en el medio ambiente, que es preciso prever, registrar, ponderar y controlar al formular y analizar los proyectos.  Algunos de los planteamientos clásicos de la teoría económica, respetados aún hoy en día, se basan en la causalidad funcional entre unas variables, en tanto que otros aspectos más difíciles de estudiar y analizar se afirmaba, "permanecen constantes", en el llamado y tan socorrido "estado de la naturaleza"[4]; sin embargo, también lo ha confirmado la ciencia y con notable preocupación, que el "medio ambiente" no es una constante como se enseñaba en otras épocas, sino que es una variable cuyo dinamismo depende en gran parte de la actividad humana, y que su relación es inversa, esto significa, que a mayor actividad humana menos disponibilidad de recursos, y además una relación directa con respecto a los desperdicios: más actividad se manifiesta en más desechos; lo cual conduce inexorablemente a concluir que si no se racionaliza el uso del recurso económico llamado "medio ambiente" y no se establecen pautas adecuadas e implacables para la disposición final de desechos, el futuro de la humanidad y de los seres vivos estará seriamente comprometido.

            Cabe anotar las alertas dadas por entidades de reconocida prestancia científica que han desarrollado modelos y acuñado términos que como el de “huella ecológica”[5] advierten y explican las consecuencias del abuso sobre los bienes ambientales disponibles. No se trata de una alarma de ecologistas extremos o fundamentalistas, son planteamientos que invitan al cambio de costumbres y la asunción de actitudes precautelativas de los ciudadanos y de los dirigentes, pero especialmente de la necesidad de diseño y aplicación disciplinada de políticas públicas convergentes al tema del medio ambiente, y a la investigación, desarrollo, aplicación  tecnológica y comercial de formas alternas de energía limpia, tales como eólica, eléctrica, solar, nuclear  o biomasa  para que se conviertan en sustitutos idóneos de los combustibles fósiles (carbón, gas, petróleo) responsable de buena parte de la contaminación en el mundo.[6]  

            En el pasado, en un escenario amplio frente a una limitada población y una tecnología incipiente no se reveló la necesidad de una reflexión profunda y ponderada  en torno al "medio ambiente". Sin embargo, más adelante y a propósito de la revolución industrial del siglo XIX se comenzaron a vislumbrar cambios significativos que en alguna forma advertían la incursión de notables desarrollos previstos para los siglos siguientes: incremento espectacular en la población del mundo; nuevos avances tecnológicos con el consiguiente incremento de producción de bienes y servicios; el proceso acelerado de urbanización de las ciudades; los logros de la medicina que amplían la esperanza de vida de la población; las nuevas formas de energía que mejoran la eficiencia y la capacidad de producción; las políticas de generación de empleo que incrementan el consumo; el desarrollo de las comunicaciones, el transporte y la logística al derribar múltiples barreras entre las sociedades e impulsar y acelerar el consumo masivo de bienes y servicios (globalización), y otras expresiones o manifestaciones propias de ésta época que seguramente se extenderán en el futuro, que conspiran en alguna forma contra la estabilidad de los sistemas ecológicos.

            No obstante, el ingenio, la perspicacia, la ciencia y principalmente la creciente conciencia de la humanidad en torno al uso y abuso del recipiente llamado "medio ambiente" no ha sido equivalente a los desarrollos enunciados anteriormente, si no por el contrario, ha sido tal la incapacidad, ineptitud, falta de control y ausencia de voluntad política y liderazgo que hoy en día nos enfrentamos al dilema de utilizar y renovar adecuada y racionalmente el recurso "medio ambiente" o comprometer la existencia misma de las generaciones futuras. La utilización inconsciente por parte del hombre de este recurso ha cambiado el ritmo y dirección del proceso natural afectando en forma significativa los sistemas ecológicos, generando para la población cuotas y sacrificios, representados en condiciones de calidad de vida inferior con respecto al aire, al agua, a la baja productividad de la tierra, a la disminución de la producción de alimentos de origen animal y vegetal, al ruido, a la polución,  a la aglomeración, a la creciente inseguridad, al deterioro del paisaje, a la cada vez más frecuente aparición de desastres naturales (terremotos, tsunamis,  inundaciones, huracanes, sequías y heladas, etc.). Ante este desolador panorama, no queda otro camino que los gobiernos institucionalicen la reflexión y la acción hacia la conservación de los recursos naturales, mediante el diseño de  políticas públicas  que incluyan consideraciones explícitas de los aspectos ambientales en la identificación, formulación, evaluación, negociación, ejecución y operación  de proyectos y, en la  elaboración de “planes de desarrollo sostenibles”. Las “licencias ambientales” y los “planes de manejo ambiental de los proyectos”, son herramientas que se vienen institucionalizando en la mayoría de los países, no obstante, grandes proyectos de infraestructura o explotación minera o petrolera, dejan su lúgubre y sombría huella en las comunidades próximas, debido a insuficientes e incompletos inventarios y diagnósticos ambientales, que simplifican irresponsablemente las precauciones necesarias en el momento de ejecución y operación, en contraste con los profundos y ponderados estudios técnicos y financieros.      

            Por otro lado, insistimos que la magnitud del problema es tal, que no es suficiente el establecimiento de normas y controles, y definir modelos para la planeación a nivel nacional o subnacional, sino que es preciso diseñar convenios bilaterales y multinacionales con el propósito de respetar y conservar el medio ambiente y conciliar los intereses de los países en desarrollo y los industrializados, pues los primeros que constituyen las tres cuartas partes de la población del mundo no deben permitir ser tratados como "basureros" del mundo industrializado, ni tampoco como graneros ilimitados de donde se pueden extraer sin restricción alguna todos los recursos. Podemos concluir entonces, que los retos del crecimiento de la economía  tienen efectos sobre el "medio ambiente" con alcances mundiales, que es absolutamente necesario la cooperación internacional para enfrentarlos.[7]

            El recorrido por estas convocatorias a nivel planetario dejan el sabor amargo de la incomprensión y ausencia de compromiso y voluntad política de los principales Estados del mundo desarrollado que son sin duda los mayores contaminadores, lo que crea una desesperanza en torno a los verdaderos alcances y efectos de estos encuentros ecuménicos, pero lo más importante es que los líderes del mundo no parecen comprender la urgencia de comenzar a actuar acorde a los planteamientos rigurosos que se suelen presentar en dichos foros. Por ejemplo, el último encuentro en Durbán (Suráfrica) en diciembre de 2011 los negociadores de 190 países acordaron: ampliar el segundo período del Protocolo de Kioto hasta el 2015 como un “instrumento legal vinculante que disminuya las emisiones de los países a partir de 2020; por otro lado, se concretaron mecanismos que deben regir el “fondo verde para el clima” con una bolsa de cien mil  millones de dólares anuales que estarán disponibles desde el 2020 y que serán aportados por los países desarrollados; también se estableció una “hoja de ruta para un nuevo acuerdo global”. No obstante lo anterior, países como Estado Unidos, Rusia, Canadá y Japón notificaron su renuencia a hacer parte de estos acuerdos, lo que indica que estos convenios solamente controlarán el 15% de las emisiones. [8]    

Conciliación entre la economía y la ecología

            Dado los juicios elaborados anteriormente, es necesario plantear una armoniosa convivencia entre la "economía" y la "ecología", con el fin de buscar el desarrollo, garantizando la continuidad de las empresas y respetando los recursos naturales (desarrollo sostenible). Recordemos que la "ecología" estudia las relaciones entre los organismos vivos y su ambiente; estas relaciones se pueden identificar como físicas, químicas y biológicas. El influjo de la actividad  "técnica" y "económica" es cada vez mayor en los sistemas ecológicos, en efecto, si el desarrollo económico busca incrementar el bienestar de la población, entonces las técnicas de producción diseñadas para este propósito deben respetar las leyes ecológicas al mismo tiempo que cumplen con su cometido de optimizar el uso de los recursos. Por lo tanto, la concepción moderna del desarrollo no debe estar orientada exclusivamente a la utilización óptima de los recursos disponibles para atender las necesidades de la población, sino que también debe considerar las condiciones en que el hombre utiliza y modifica su medio ambiente, en una prospectiva vital. Cabe anotar, que el sistema económico no es cerrado y menos autosostenido, en efecto, se advierte una continua influencia recíproca entre el proceso económico y el medio ambiente, por eso podemos afirmar que la naturaleza desempeña un papel bien fundamental en el proceso económico y por ende, en la formación del valor.

            Esta forma de concebir el desarrollo, pone de relieve las necesarias mejoras de las metodologías disponibles, que como la relación beneficio‑costo busca ponderar los efectos positivos y negativos de una decisión de inversión, que se expresa intrínsecamente en fuerzas internas propias de un emprendimiento pero que trasciende y perturba en mayor en menor escala su entorno.  Nuestro propósito es sin duda en esta oportunidad otorgar la mayor importancia a los costos y beneficios que se manifiesten principalmente por alteraciones del "medio ambiente" y producen "externalidades", tales como el calentamiento global[9] y el efecto invernadero[10], que alteran en mayor o menor grado el funcionamiento de las comunidades y su entorno. Queda claro entonces, como la ejecución y operación de un proyecto puede afectar el nivel de bienestar de ciertos grupos sociales, también el estado de la naturaleza, y en algunos casos la  operación de otros proyectos y por ende el engranaje funcional de la economía…..





[1]

Tomado contextualmente de la séptima edición del libro Gestión de Proyectos de Juan José Miranda Miranda.


[2] Nos referimos principalmente a los grandes proyectos de infraestructura; de generación, transmisión y distribución de energía; la construcción y operación de puertos, aeropuertos, vías, oleoductos, gasoductos, acueductos, distritos de riego, alcantarillados, vivienda, construcción urbana, centros comerciales, plantas industriales, infraestructura de telecomunicaciones; la exploración y explotación minera y petrolera, etc.


[3] Por “medio ambiente” se entiende todo lo que rodea a un ser vivo, vale decir, el entorno que afecta y condiciona la vida de las personas o de las comunidades en su conjunto. Comprende el conjunto de sistemas naturales (seres vivos, fauna, flora, agua, suelo, aire, paisaje), sociales y culturales existentes en un lugar y en un momento determinado, que influyen en la vida del ser humano. “La ecología” es la ciencia que estudia a los seres vivos, su ambiente, distribución, abundancia y cómo esas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su hábitat.


[4] Ceteris Paribus: Lo demás permanece constante. Sin cambios ni alteraciones en otros agentes.


[5] La “huella ecológica” es un indicador desarrollado en 1995 por Mathis Wackernagel y William Ress, que nos revela cuál es la cantidad de hectáreas de tierra ecológicamente productiva (cultivos, bosques, ecosistemas) necesaria para producir los recursos que consumimos y para asimilar los residuos que generamos. Su objetivo fundamental consiste en evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y, consecuentemente, su grado de sostenibilidad. De acuerdo a esto se ha establecido que cada persona en el mundo cuenta con 1,8 hectáreas para producir lo que consume. Sin embargo en la actualidad el consumo medio global por habitante es de 2,23 hectáreas, lo cual sumado a los actuales patrones de crecimiento de la población deja en evidencia una grave preocupación, pues estamos consumiendo más recursos y generando más residuos de los que el planeta puede producir y admitir, poniendo en grave peligro a las generaciones futuras.


[6] Los combustibles fósiles han sido la fuente de energía más empleada desde la revolución industrial. Este tipo de energía presenta fundamentalmente dos problemas: por un lado son recursos finitos de cuyas reservas se prevé agotamiento. Por otra parte, la quema de estos combustibles libera a la atmósfera grandes cantidades de CO2, que constituye causa principal del calentamiento global. Según Peter Singer conocido investigador, “desarrollar nuevos proyectos de carbón no resulta ético, por lo tanto, lo que hay que hacer es poner fin a la inversión en la industria del carbón”.


[7] Quizá una compilación de los esfuerzos adelantados por la comunidad internacional sobre el tema medioambiental, ya con el rótulo de “cumbre de la tierra”, o “cumbre del cambio climático” o “cumbre del calentamiento global”, nos facilite la percepción de la magnitud del problema. La cumbre de la tierra celebrada en Río De Janeiro en 1992 puso un hito muy importante sobre el interés de la humanidad en controlar el deterioro del medio ambiente derivado de su actividad. Fue precedida por algunos encuentros como la reunión de Estocolmo en 1972; Nairobi, Kenya, 1982; en 1987, en el informe anual de la Comisión Brundtland, donde se formaliza el concepto de "desarrollo sostenible"; posteriormente el encuentro de Berlín 1995; pero no sería hasta la cumbre de Kioto de 1997, en que se alcanzarían compromisos concretos y un calendario de actuación; Buenos Aires 1998; Bonn 1999; La Haya en el año 2000; en 2001 puesta en marcha del Protocolo de Kioto; en noviembre de 2001 en Marrakech; en Johannesburgo, Sudáfrica, entre agosto y septiembre de 2002; Durbán en Sudáfrica en 2011.


[8] En los foros internacionales todavía se observan posturas antagónicas y extremas: algunos manifiestan que no se justifica la ingente cantidad de recursos que se aplican en todo el mundo para estudiar el fenómeno ambiental, puesto que las generaciones futuras contarán con las herramientas tecnológicas y financieras suficientes, en tanto que ese dinero se podría orientar, por ejemplo, a disminuir el hambre en el mundo. Otros al contrario indican que los esfuerzos y recursos actuales son insuficientes para dejar la herencia de un escenario más vivible a las generaciones futuras.


[9] El calentamiento global es un término utilizado para referirse al fenómeno del aumento de la temperatura media global, de la atmósfera terrestre y de los océanos. El calentamiento global está asociado a un cambio climático por causas antropogénicas (actividad del hombre), o no.


[10] El efecto invernadero es el fenómeno por el cual determinados gases que componen la atmósfera planetaria retienen parte de la energía que el suelo emite debido a su calentamiento causado por la radiación solar. De acuerdo con la comunidad científica, el efecto invernadero se está acentuando en la tierra por la emisión de ciertos gases, como el dióxido de carbono y el metano, debido a la actividad humana.

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